Tomado de. Sierra Maestra
Si usted, mi estimado lector, es de las personas que no soporta usar el nasobuco y le resulta más cómodo colgado del cuello que puesto sobre la cara, entonces le conviene leer esto.
Aunque utilizarlo resulta obligatorio en espacios concurridos porque evita que las personas infectadas propaguen el coronavirus, se ha demostrado que la mascarilla tiene otra ventaja esencial: aumenta la probabilidad de que -en caso de contagio- la persona no sufra una infección con consecuencias severas.
Como han advertido las autoridades sanitarias, cuando está bien hecha y se emplea correctamente, la mascarilla filtra la mayoría de las partículas virales, aunque no todas. Protege del SARS-Cov-2; pero no es un medio infalible: sin el tejido adecuado o al humedecerse, puede permitir la entrada de virus. La buena noticia es que a pesar de eso, llevarlo puesto puede marcar la diferencia, al disminuir la carga viral a que nos expondríamos en caso de contagio.
¿Qué significa? Pues que el cuadro clínico de Covid-19 de alguien que contrajo el coronavirus usando el nasobuco podría ser leve; o incluso la infección podría cursar sin síntomas; por lo que la posibilidad de morir sería nula. Así lo han constatado investigadores de las universidades norteamericanas de California y Johns Hopkins, en un estudio basado en evidencia virológica, epidemiológica y ecológica, que permitió comparar la evolución de la infección por SARS-Cov-2 en animales; y en personas en situaciones reales -como la epidemia en Japón y la transmisión del coronavirus en un crucero argentino, entre otras.
Para la comunidad científica internacional no es nuevo que personas expuestas a diferentes volúmenes de virus no letales, desarrollan en mayor o menor grado una enfermedad, en dependencia de la carga viral que recibieron. Mientras mayor es esta, más severas son las consecuencias.
Como va contra toda ética y sería criminal experimentar en personas con el SARS-Cov-2, los expertos utilizaron hamsters enfermos y sanos, a los que separaron con una barrera: la mascarilla quirúrgica. Como resultado, varios roedores tuvieron PCR negativo, y los infectados se mantuvieron asintomáticos o presentaron síntomas leves.
Entre los elementos epidemiológicos que esgrimen los investigadores, está el hecho de que los altos índices de letalidad que se produjeron al inicio de la pandemia, parecen estar relacionados con la “intensa exposición a la alta carga viral antes de que se introdujera el uso masivo de mascarillas”.
Además, está el caso de un crucero en Argentina en el que todos los pasajeros y tripulantes usaban nasobuco tras diagnosticarse varios casos de Covid-19. Más de la mitad de las personas que estaban a bordo, dieron positivo a la prueba; no obstante el 81% de los infectados se mantuvo sin síntomas de la enfermedad.
El uso universal de este medio de protección es uno de los pilares de la lucha por contener y controlar el nuevo coronavirus. Pero, si necesita otro ejemplo, mi estimado lector, vea lo que ha ocurrido en Japón, donde el tapaboca es una prenda que se ha utilizado desde el siglo XIX, y desde la gripe española -en 1918- se volvió un elemento indispensable de su cultura.
A eso atribuyen los expertos -no solo los que realizaron la investigación en cuestión, sino otros de diferentes países- el hecho de que el país nipón registrara las menores tasas de incidencia y letalidad de Covid-19, en el grupo de las siete potencias económicas más grandes del mundo (Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido y Canadá).
Para la psicóloga santiaguera Yamilka Rodríguez Ramírez, coordinadora del Programa provincial de salud mental y abuso de sustancias, la utilización del nasobuco ofrece ventajas que repercuten en el manejo adecuado de las emociones, en las relaciones interpersonales y en la responsabilidad individual.
Sostiene esta especialista que la mascarilla crea habilidades para el control de la respiración y esto activa la conciencia de ese proceso; de ahí que mejore el control de los impulsos y emociones.
“Si consigues hacer del proceso de respiración consciente una actitud, podrás minimizar ansiedades, obtener los beneficios de la relajación muscular, aumentar la concentración, mejorar la oxigenación y ganar en tranquilidad”, afirmó.
Si bien es necesario guardar distancia, el tapaboca entrena para la escucha activa ya que es una barrera para el sonido; por eso obliga a prestar atención, al contacto visual, y eso genera confianza en el interlocutor y favorece el modo de relacionarnos con los demás.
El uso correcto del nasobuco no es agradable; pero si se pone en una balanza con la posibilidad de enfermar gravemente o morir, contagiar y provocar daños o la muerte a otras personas, no hace falta ser muy inteligente para elegir. Es cuestión de sensatez, y sobre todo, de supervivencia.
